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La dura vida de los Damaras – Namibia II

By 8 enero, 2017 No Comments
10 días no son nada para entender el nivel de vida de un país pero, a mi parecer, el principal reto que tienen es superar una situación natural que les ha tocado vivir: la escasez de agua
Un cambio climático provocado por el hombre (o no) que actualmente y, ya desde hace unos años, está haciendo que el país tenga aún menos lluvias. Sin lluvia no hay agua, no hay vegetación, no hay vida.
Cuando viajas por la zona de los Damaras te das cuenta de que ahí las condiciones son muy extremas; a 42C en la sombra, uno no puede hacer absolutamente nada al sol más que deshidratarse. Paras en una gasolinera y en una pizarra lees los escasos milímetros registrados de lluvia en la zona en los últimos años; vas a usar el baño y otro cartel explicativo indica que no pueden proveer agua actualmente; pasas a toda velocidad con el coche y se acercan niños con botellas de agua vacías, indicando la necesidad principal que tienen. Quise parar, pero lo pensé demasiado tarde. Pasamos de largo, con nuestras botellas de agua llenas y la prisa del turista, que mira siempre el reloj, impaciente por no llegar tarde al siguiente destino.
Montañas Spitzkoppe
Nos acercamos a zonas turísticas y los niños se aproximan para vender cosas: hay muchos, tendría que comprarles a todos, pienso. ¿Por qué sus padres no son los que persiguen a los turistas y sufren el calor? ¿Estarán trabajando o es que saben que vende más un niño cuando de compasión se trata? Tampoco paramos esta vez.
Lazarus y Pinturas SpitzkoppeLazarus es un damara que hace de guía en Spitzkoppe. Habla un inglés muy fluido, es algo tímido, tiene cara de buena persona y parece agotado. Es difícil tener energía con este calor, día tras día luchando contra un sol que no da tregua.
Nos lleva a ver las pinturas y nos explica la historia, que mezcla con pequeñas bromas como explicarnos que el principal transporte en su pueblo es el Ferrari Namibio: un carro tirado por burros. Tienen agua que sacan de un pozo pero es salada, por su cercanía al mar. La potable tienen que irla a buscar con el Ferrari, toda una aventura para obtener algo tan básico.
Al llegar la hora, le invitamos a compartir nuestra comida. Muy educadamente se sirve y pide la sal: inunda la comida con ésta, ¿será que cocinan con agua salada y por eso se acostumbra a comer con tal cantidad? Usa un lenguaje muy peculiar con sus compañeros: hace chasquidos muy divertidos entre palabra y palabra que, según nos dice, cambia el significado de las mismas. Sin darnos casi cuenta se va, agradecido supongo, aunque no lo transmita con palabras.

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