Experiencias gastronómicas: La Boscana

Situada antes de llegar al pueblo de Bellvís, en Lleida, la Boscana es mucho más que un restaurante con Estrella Michelin.

Los jardines que te reciben al llegar son propios de un cuento de princesas, no hay castillo pero hay algo mucho mejor: un espacio diáfano con una enorme cristalera que cubre la sala. Todas las mesas miran hacia el precioso jardín y están separadas por una pequeña estructura de ramas enredadas que da una privacidad y estilo único al restaurante.

El personal te recibe literalmente en la puerta, en el jardín del restaurante con una gran sonrisa y una cercanía que me encanta. Me relaja, en este estilo de experiencias gastronómicas, encontrarme con personal amable y poco estirado. Ya se habla de este perfil de servicio en muchos restaurantes pero para mi la clave es la naturalidad y en este caso se consigue.

Al poco de entrar descubro que el negocio es de los hermanos Castanyé, haciéndome recordar sin querer a los hermanos Roca (a los que visito a finales de noviembre), aunque en su caso el chef y pastelero es Joel y Jordi y Rubén son ambos Maître Sommelier. Su madre es también el alma de la cocina. Me encantan estos restaurantes con este ambiente familiar, niños que han crecido entre fogones, que trabajan desde bien jóvenes, que han aprendido el oficio sin saberlo. Es por eso que creo que se crean lugares como La Boscana, porque llegan a la edad adulta con mucho aprendido y eso les hace ir un paso por delante.

Nos decantamos por el Gran Menú Germans Castanyé que incluye 8 snacks, 6 tapas, 3 platos y 2 postres. El precio del menú es de 95€. El otro menú degustación del restaurante es el Gran Menú La Boscana, de unos 30 platos en total y un precio de 125€. 

En los snacks, a sorpresa nuestra, nos indican que nos los vamos a tomar en la cocina. Tal cual nos metemos dentro, el equipo sigue cocinando y nosotros cruzamos los fogones para quedarnos en una mesa alta para degustar los aperitivos. Una manera original y distendida para empezar una comida de lujo. Desde que trabajo en el sector no hay nada que me guste más que observar el ritmo de una cocina, mirar la cara de concentración del chef, el detalle con el que rematan cada plato, los «oído» del equipo cuando reciben una nueva orden.

El menú sigue en la mesa, con un servicio excelente y un ritmo óptimo. Degustamos por copas un par de vinos, que nos recomienda María Angeles, la mujer de Joel, encantadora y gran conocedora de vinos acierta con todas sus elecciones. Su acento catalán con un español mezclado, me da señales de que no es nacida en Cataluña por lo que tardo pocos segundos en preguntarle sobre su vida. Ingeniera Agrícola de Ecuador realiza el Doctorado en Lleida donde conocería a Joel, una cosa lleva a la otra, y ya hace años que trabaja en el negocio familiar. 

Al final de la comida, tuvimos una agradable charla con ambos, Joel y María Ángeles, y pudimos ver que Joel, además de talentoso es una grandísima persona. Él sabe que con el equipo que ha generado, su espacio y la cocina que están desarrollando puede llegar aún más lejos. Tiene una ambición positiva, no la llamaría ambición porque puede tener una connotación negativa, la llamaría saber dónde quieres llegar y trabajar duro para ello.